ENTREVISTA: Los chicos también pueden hacer cine.

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Marzo de 2013, nota en la revista ¡Ojo al piojo!

La revista ¡Ojo al Piojo! es una publicación mensual de distribución gratuita de zona sur que reúne información especializada sobre los niños y adolescentes.
Es también una guía de servicios, productos y actividades para los chicos, que se realizan en Capital y Gran Buenos Aires; por ello actúa como enlace entre los niños de los diferentes barrios con su entorno.
Rode Classen: "Para la nota de marzo de Ojo al Piojo! (Los chicos también pueden hacer cine) tuve la oportunidad de entrevistar a Irene Blei, cineasta que, desde 1987, dirige el Taller De Cine "El Mate". Interesante visión sobre la infancia y la expresión artística."


Transcribimos el texto de la entevista realizada por Rode Classen.

Pequeños cineastas
Muchas veces, las actividades para niños están estandarizadas y abarcan escasas posibilidades. Pero los chicos no entran en tan pocas clasificaciones: todos son distintos y cada uno tiene sus intereses y aptitudes. El cine se presenta como una posibilidad de canalizar la inquietud artística y de brindar herramientas a los niños para expresarse. Irene Blei, fundadora del Taller de Cine El Mate, que nació en 1987, cuenta a Ojo al Piojo! la experiencia de los niños como realizadores, los cambios en los chicos de hoy y la importancia de desarrollar este área en los más pequeños.


Ojo Al Piojo: Hace 25 años el cine hecho por niños era algo impensado para muchos. ¿Cómo nació la idea?
Irene Blei: Yo estaba terminando un profesorado y, como tenía un interés muy grande por lo artístico, había empezado a estudiar cine. Hacía poco que se había restaurado la democracia en el país y los jóvenes estábamos volviendo a ganar terreno. Todos los que teníamos inquietudes artísticas salimos a tratar de ver cómo podíamos desarrollarlas. En ese tiempo vi una película alemana de animación que me habían dicho que había sido hecha por chicos. Después me enteré que no era así, ya que solo el diseño había sido hecho por chicos, pero en ese momento eso fue un gran disparador para mí: decidí que yo quería experimentar esto de que los chicos hicieran películas. Así fue que comencé a trabajar junto a Lucía Cano, quien me acompañó desde un principio en este atrevimiento. Hicimos unas jornadas experimentales en 1986, en la Casa de la Cultura de Vicente López, que resultaron muy buenas. Nadie imaginó como iba a crecer este proyecto.

OAP: ¿Cómo fue recibida la propuesta por los adultos en general?
IB: Fue un boom. El primer grupo que nos ayudó mucho, honestamente, ya que acompañaron muy bien la propuesta. Los padres y los adultos que veían lo que ellos hacían estaban maravillados. Fue realmente un acontecimiento, hubo un despegue y crecimiento muy grande.
Ese año hubo, en la Ciudad de Buenos Aires, una bienal de arte joven que nos tuvo como protagonistas ya que se presentaron tres películas de los chicos y dos nuestras, ya que éramos menores de 30 años. Fue muy bueno el recibimiento en todos lados.

OAP: ¿Cómo fueron las primeras experiencias de los chicos como realizadores?
IB: Fueron muy buenas, con ellas comenzamos a descubrir algunas cosas. El primer año se hicieron cinco trabajos, de los cuales tres fueron policiales bastante complicados. En todas las producciones había un factor en común que sigue existiendo, que era que los chicos reflejaban cosas a las cuales temían. Luego de la presentación, un papá -que era director de fotografía- le preguntó a su hijo por qué había elegido esa temática, pudiendo haber hecho algo lindo. Antes que terminara, la mujer lo interrumpió y le recordó: 'vos no podés decir nada porque en tu primer película cocinaste a una mujer en un horno de pizza'. A mí me pareció muy gracioso, pero después me puse a analizar y me di cuenta que la primera película de todo realizar siempre es sumamente catártica. A los chicos les sucede lo mismo y suelen hacerlo con sus temores.

OAP: En estos años, ¿qué cambios viste en los chicos?
IB: Hay muchas cosas que siguen igual, los chicos en su esencia siguen siendo parecidos. Lo que sucede ahora es que los medios son algo familiar. En ese momento había cine y televisión, pero no existía la multiplicidad de pantallas que hay hoy con los celulares y las computadoras. Hoy prevalece un discurso rápido e inmediato, por eso hace un tiempo que pienso que el énfasis como adultos tiene que estar puesto en conseguir que puedan volcar un contenido, que concentren la atención en eso. No es que no quieran hacerlo, sino que están inmersos en una cultura de lo inmediato. Cuando los chicos que asisten ahora llegan a ver que después del trabajo sostenido de una jornada y otra lo que producen es mucho mejor, se logra algo importante en ellos.

OAP: ¿Cómo repercutieron en la dinámica del taller los avances tecnológicos?
IB: La tecnología tiene una incidencia en cómo se cuentan las cosas, pero es pequeña. Por ejemplo, cuando uno trabajaba con fílmico se hacían muy pocas tomas porque era costoso. Hoy tenemos la posibilidad de filmar muchas veces la misma escena y que no incida en el costo. Eso es una gran tranquilidad, pero, a los propósitos prácticos, sigue siendo mejor filmar pocas veces, porque sino se hace muy pesado el trabajo de edición, así que no cambiamos tanto la modalidad.
Un gran cambio se dio en la manera de hacer animación, ya que antes se necesitaban capas de acetato que uno podía acumular, pero no podían exceder las 4 o 5 porque sino comenzaba a notarse, a pesar de que eran transparentes. Ahora, con Photoshop o After Effect, uno puede tener 99 capas sin ninguna consecuencia, solamente se necesita trabajo. Hoy las cosas son más sencillas que antes, aunque también implican más exigencia, ya que antes uno hacía la vista gorda en muchas cosas y hoy no tendría sentido hacerlo.

OAP: ¿Qué cambios se pueden ver en los chicos a lo largo de su participación en el taller?
IB: Hay una cuestión que no tiene tanto que ver con lo artístico y es que internalizan y practican un auténtico trabajo en grupo. También se vuelven más observadores o aprenden a ver algunas cosas de otra manera. También sucede que hay chicos que en la escuela no tienen mucha vida de relación y, de repente, acá se hacen amigos de todos. Pero eso pasa porque acá encuentran a otros con los que tienen afinidad. Eso lo vi sistemáticamente: acá se hacen amigos que les quedan de por vida.

OAP: Hoy es más común hablar de un taller de cine para niños, pero ¿crees que todavía existe el pensamiento de que hay actividades que los chicos no pueden hacer?
IB: Sí, absolutamente. La gente suele decir “lo que va a ser cuando sea grande”, como si los niños fueran un proyecto. Si bien no son una minoría, los chicos están un poco relegados. Muchas veces se avasallan sus derechos en cuanto a su formación. Se considera a lo artístico como algo extra, cuando, en realidad, es parte fundamental constitutiva y hay que defenderla. Los chicos pueden, a veces, expresar a través del lenguaje audiovisual cosas que no pueden decir con las palabras.

OAP: Imagino que esas ideas no se ven entre los padres de los niños que asisten al taller, porque sino no los traerían, ¿no?
IB: Hay de todo. Hay padres que son muy respetuosos de sus hijos porque le ven la inquietud artística, aún sin saber comprenderlos. Pero también hay gente que piensa que esto es algo extra. Había una mamá que decía “el cine es un vicio”. Lo expresaba de esta manera muy simpática, pero quería decir que es algo de lo que uno puede carecer y yo creo que si se piensa que uno puede carecer de formas de expresarse está pensando en un mundo muy limitado. Si los papás entienden que esto es algo deseable, que suma, lo van a proponer y respetar.

Recuadro I
El Taller de Cine “El Mate” funciona desde 1987 y depende de la Secretaría de Educación de la Municipalidad de Vicente López. Es una escuela abierta donde los chicos pueden decidir cuántos días a la semana asistir. Está organizado en un nivel inicial –que se encuentra dividido por edades– en el que participan los chicos que asisten por primera vez, y un segundo nivel que representa una segunda instancia donde los chicos permanecen todo el tiempo que desean. También tienen talleres especializados, como actuación ante cámara, fotografía experimental, entre otros.

Recuadro II
Irene Blei inició su carrera en los 80 como cineasta independiente y sus cortometrajes animados han sido galardonados en festivales locales e internacionales. Recibió también dos becas nacionales, que le permitieron capacitarse en investigación y en el estudio de la animación.
Fue docente de la Universidad de Buenos Aires y ha trabajado entrenando a jóvenes profesionales y a educadores en animación, técnicas de video y en cómo enseñar estas habilidades a los niños.
En ningún momento, durante estos 25 años, se apartó del Taller que fundó. Irene, explica: “Sigo trabajando porque aquí sigo aprendiendo muchísimo. Este es un espacio rico donde sigue habiendo descubrimientos y donde no hay alguien que enseña y otro que recibe: aprendemos todos. Me gusta saber que hay un equipo detrás de la tarea y que aunque yo no esté va a continuar, pero, mientras tanto, no me lo quiero perder. Aunque hay dificultades, para mí sigue siendo un lugar maravilloso en el que siento que todavía queda mucho por hacer”.

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